Los saberes locales son fundamentales para la identidad y sostenibilidad del territorio de Jerez, donde la interacción entre cultura, naturaleza y comunidad crea un tejido social único. Estos saberes, transmitidos a través de generaciones, enriquecen el territorio al manifestarse en prácticas y conocimientos que definen la relación de la comunidad con su entorno.
Los saberes tradicionales y saberes locales son dos formas de conocimiento que, aunque interrelacionadas, difieren en su alcance y origen. Los saberes tradicionales son aquellos que se transmiten a través de generaciones dentro de una cultura o grupo étnico amplio. Estos saberes, de origen ancestral, abarcan una amplia gama de conocimientos sobre la naturaleza, la salud y las prácticas sociales, integrando una cosmovisión cultural y espiritual.
En contraste, los saberes locales son específicos de una comunidad o región geográfica particular. Estos saberes se desarrollan en respuesta a las necesidades y condiciones del entorno local, transmitiéndose a través de la experiencia y la práctica. Están estrechamente ligados a las actividades productivas de la comunidad como la agricultura y se enfocan en la adaptación específica a los recursos y desafíos del entorno inmediato.
En esencia, los saberes tradicionales ofrecen un conocimiento cultural amplio y ancestral, mientras que los saberes locales proporcionan soluciones adaptadas a las condiciones específicas de una comunidad. Ambos son valiosos para la sostenibilidad y resiliencia, y se complementan con el conocimiento científico moderno.
Pero el conocimiento no solo se construye a través de la reflexión y la experiencia, sino también a través de la interacción del cuerpo con el mundo, creando un conocimiento práctico y contextualizado. Por esa razón, el proyecto genera una red no solo de saberes sino de personas que representan saberes encarnados, es decir, conocimientos que se relacionan con la experiencia sensorial, la percepción, la emoción y la acción, y que se manifiestan en las prácticas locales.
La zambomba, un instrumento tradicional representativo de Jerez, es emblemática de esta relación, pues no solo es un objeto de música; simboliza una memoria colectiva que une a la comunidad a través de festividades y celebraciones. Artesanos como José Manuel Coca, un lutier con más de 80 años de experiencia, utilizan técnicas ancestrales y materiales autóctonos para crear réplicas que resuenan con la historia del pueblo. Cada zambomba es un testimonio de las tradiciones que han sido transmitidas de generación en generación, reflejando un profundo vínculo con el territorio y los saberes encarnados en su creación y uso.
La sostenibilidad se encuentra en el corazón de estas prácticas. Willy Pérez, geólogo y enólogo de la Bodega Luis Pérez, destaca la importancia de emplear métodos de viticultura que respeten y mantengan el equilibrio con el medio ambiente. Esto se complementa con los esfuerzos de Diego Ramírez Cabral y Luis Mateos Salido, quienes, a través de su trabajo en la asesoría vitícola Vara y Pulgar, aplican técnicas de poda específica del marco de Jerez. Estas prácticas no solo representan una conexión con el pasado, sino que también son un puente hacia el futuro, donde la cultura y la naturaleza han de coexistir armónicamente, demostrando cómo los saberes locales se traducen en acciones concretas para la sostenibilidad.
Además, la colaboración comunitaria se erige como un componente esencial en este proceso. Lucía Franco Corrales, Claudia GR Moneo, y Belén Moreno-Gil, fomentan una red de conocimientos que revitaliza la cultura local. Su libro “Lah Letrah de Nuehtra Zambomba” compila villancicos y recetas, sirviendo como un recurso educativo y cultural que transmite el legado de las generaciones anteriores. Este esfuerzo comunitario fortalece los saberes locales y encarnados, asegurando su continuidad y relevancia.
La creatividad también encuentra un lugar fundamental en el diálogo entre tradición e innovación. La reinterpretación de la zambomba como un dispositivo cerámico que combina funciones ecológicas, como el soporte para vides en la ciudad, es un claro ejemplo de cómo se pueden entrelazar saberes ancestrales con propuestas contemporáneas. Este proceso cuenta con el respaldo de Luis Torres y Enrique Carrillo, ceramistas y profesores de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Jerez, que experimentan con las tecnicas de esmaltes con cenizas vegetales y de conformación implicando el alumnado de la escuela.
Por su parte Austin Gardner, director del FabLab Jerez, facilita la creación de tecnología, como sensores ambientales, para medir el impacto de estas innovaciones en el entorno urbano. La integración de tecnología moderna con saberes tradicionales demuestra cómo la comunidad de Jerez está innovando para abordar desafíos contemporáneos.
Finalmente, la interacción entre figuras como Juan Luis Vega y Miguel Revuelta, que forman parte del colectivo Emparrados Jerez y de los amigos de los Árboles y que han creado varias estructuras y que son los creadores de los legendarios emparrados ubicados en la Calle Ciegos de Jerez, muestra cómo las tradiciones pueden ser adaptadas para enfrentar retos actuales, promoviendo soluciones sostenibles que beneficien tanto al entorno como a la comunidad. Mediante la aplicación de técnicas ancestrales en la cotidianidad moderna, se establece un precedente de cómo la cultura y la naturaleza pueden coexistir y enriquecerse mutuamente.
En conclusión, la interrelación de los saberes locales y el territorio en Jerez forma un entramado esencial para la identidad y sostenibilidad de la comunidad. Al abrazar y fomentar estos conocimientos, el proyecto no solo preserva su herencia cultural, sino que también forja un camino hacia un desarrollo sostenible que respete y nutra tanto sus tradiciones como su entorno natural. La riqueza de estos saberes se convierte así en el motor que impulsa una visión de futuro en la que la biocultura de la región florece y se renueva constantemente.